La transformación y desarrollo de los espacios de transición entre el puerto y la ciudad de las principales ciudades portuarias se ha articulado, durante la segunda mitad del siglo XX y principios del XXI, mediante procesos de revitalización. Estos se caracterizan por producir un cambio de uso de los espacios portuarios obsoletos mediante intereses privados puesto que requieren, en la mayoría de los casos, de este capital para su desarrollo. Este proceso ha derivado en dos modelos que podemos encontrar en todo el mundo.

El primero, genera un proceso de terciarización con usos de ocio y comerciales, encarnando en el modelo de festivalización que caracteriza intervenciones como la del puerto de Baltimore. El segundo, produce un proceso hiperdesarrollista de grandes proyectos arquitectónicos con un fuerte desarrollo inmobiliario, usos residenciales o de oficinas, como el caso de Docklands en Londres o Southbank en Melbourne.

El reto entonces, está en concebir la transformación necesaria de las infraestructuras portuarias como una estrategia de relación con el contexto próximo, que ponga en el centro el interés general y su realidad como activo público, además de la apuesta por una funcionalidad múltiple. En este sentido, la infraestructura portuaria tiene que diversificarse profundamente e incluir otras funcionalidades de la ciudad, reconociendo su potencialidad para acontecer parte de la infraestructura social y cultural del territorio que lo acoge. Esta superposición de funciones permite dar flexibilidad y aumentar la capacidad de interacción entre el Puerto y la Ciudad, llenando espacios a la espera de lograr otras actividades logísticas, portuarias o nuevas derivadas de cambios inesperados. A la vez, supone una garantía para alinear el desarrollo portuario con la mejora de la calidad de vida en los barrios marítimos.

La propuesta de superposición de usos compatibles de acceso público se relaciona con el reto que tienen que afrontar las ciudades densas para mejorar la eficiencia del territorio ya construido y evitar expansiones territoriales innecesarias. La intensidad de actividades que implica esta superposición promueve, además, la generación de sinergias e innovaciones dentro del ecosistema ciudad-puerto. La clave está en promover soluciones espaciales y funcionales compatibles, con el apoyo de la tecnología y las mejoras en la seguridad de la actividad portuaria, que garanticen el máximo acceso público a la línea litoral.